Adiós amigo

Hoy nos toca despedirnos de un gran ser humano: Ramiro Martínez Garza, quien partió dejando tras de sí un legado de amistades sinceras, trabajo incansable y amor por su familia. Nacido en Monterrey, Nuevo León, el 3 de mayo de 1947, Ramiro fue hijo de Ramiro Martínez González y Elsa Garza Alcalde. Creció rodeado de sus hermanos y hermanas: Elsa, Arminda, Iliana, Mague, Lorena, Jesús, Eugenio, Federico y Mauricio. Fue un hombre de fuertes lazos familiares y una personalidad que conquistaba con su carácter franco y recio, pero con una calidez humana especial. Estudió Administración de Empresas en la Universidad de San Eduardo en Austin, Texas, y en 1975, a la edad de 28 años, decidió echar raíces en Coatzacoalcos. Aquí no solo encontró una tierra fértil para sus emprendimientos, sino también un hogar lleno de amigos entrañables como Carlos Talavera y Chicho Trejo. Y posteriormente Calilo Calderón, Rafael de Hombre, Rodolfo de la Guardia, Jacinto Lemarroy, Samy Hayek, Toño López, Roberto Millán, Tony Parra, Luis Arturo Ochoa entre tantos otros que sería difícil de enumerar. Ramiro fue un hombre emprendedor. En sus inicios fundó un negocio de materiales eléctricos y de construcción en el centro de la ciudad, hasta la producción de ganado suizo americano en su rancho de Almagres, allá por los rumbos de Acayucan, pasando por una tienda de muebles y un restaurante de cortes americanos. Supo imprimir su esfuerzo y dedicación en cada proyecto que se le metía en la cabeza. Su espíritu crítico hacia las decisiones gubernamentales y su inquietud constante por mejorar las cosas lo caracterizaron. Sin embargo, también tuvo tiempo para disfrutar de los placeres sencillos de la vida, como las partidas de dominó con su querido grupo de amigos. Siempre fue un excelente anfitrión. Más allá de sus logros profesionales, lo que definió a Ramiro fue su amor por su familia. Su esposa, Betty Parera de la Fuente, siempre a su lado; su hija, Krystal Martínez Parera, su yerno, Alberto Herrera, y su nieta, la pequeña y adorada Mayka, fueron el centro de su universo. A ellos, enviamos desde este espacio nuestro más sentido pésame, sabiendo que la ausencia de Ramiro Martínez deja un vacío imposible de llenar. Pero también confiamos en que su recuerdo será un faro que ilumine sus vidas y un legado que vivirá por siempre en sus corazones. Hoy, perdemos a un buen amigo, pero el cielo gana a un alma noble que seguramente continuará presente desde lo alto. Descansa en paz, querido Ramiro, te recordaremos siempre con estos versos de Alberto Cortez: Cuando un amigo se va queda un espacio vacío que no lo puede llenar la llegada de otro amigo. Cuando un amigo se va queda un tizón encendido que no se puede apagar ni con las aguas de un río.

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